El cíclope
El héroe griego Ulises navegaba de regreso a su casa de la isla de Ítaca después de la guerra de Troya. Allí le esperaba su esposa Penélope llena de paciencia, porque la verdad es que a Ulises le costó llegar unos cuantos años. Y es que en el camino tuvo que hacer muchas paradas y vivir unas cuantas aventuras.
A veces Ulises y sus marineros tenían que parar en alguna isla para recoger algo de comida. Así llegaron a la isla de los cíclopes, la actual Sicilia. Los cíclopes eran unos seres extraños, unos gigantones con una fuerza descomunal que tenían un solo ojo, pero ni Ulises ni sus marineros conocían la existencia de estos seres. Así que se adentraron en la isla en busca de comida sin ningún temor.
Caminaron y caminaron hasta que llegaron a una cueva enorme y allí se encontraron con unos quesos tan grandes y tan redondos como una rotonda. Sacaron el vino que llevaban y se pusieron a degustar el delicioso y enorme queso de oveja. Tan tranquilos estaban cuando de pronto el suelo empezó a temblar bajo sus pies, a la cueva empezaron a entrar decenas de ovejas y detrás de ellas llegó un gigante feo y sucio con un solo ojo. Era el cíclope Polifemo.
Polifemo cerró la entrada de la cueva con una piedra tan grande que ningún hombre podía moverla y enseguida olió a Ulises y a sus marineros. Se enfadó muchísimo porque los cíclopes no son especialmente sociables y no les gustan las visitas.
- ¿Quiénes sois y por qué estáis en mi cueva? -gritó Polifemo.
Ulises, que era el héroe griego más astuto e inteligente, se olió problemas y su mente se puso a trabajar rápido.
- Me llamo Nadie, y estos son mis marineros -dijo Ulises.
- Ummmm, pues tus marineros están muy muy ricos, Nadie -dijo Polifemo mientras se comía a dos de los marineros.
Ulises intentó calmar al enfurecido cíclope tocando la flauta y le ofreció un trago del vino que llevaban. Polifemo nunca había probado el vino y le gustó tanto que se bebió la botella entera. Así se quedó un poco achispado y enseguida se durmió. Ulises no sabía muy bien cómo iban a salir de aquella cueva porque era imposible mover la enorme piedra que hacía de puerta. Pero no había nada imposible para el ingenioso héroe.
Ulises cogió una rama de olivo y pinchó con ella el único ojo de Polifemo, dejándole ciego y dolorido. El cíclope se despertó gritando del dolor y a ciegas consiguió llegar hasta la puerta de la cueva, movió la piedra y salió para avisar a sus hermanos cíclopes que vivían en la misma isla.
- ¡Hermanos, me han dejado ciego!- gritó Polifemo
- ¿Quién te ha dejado ciego, Polifemo?- le preguntaron sus hermanos.
- ¡Nadie me ha dejado ciego!
Esa fue la respuesta de Polifemo después de que Ulises le engañara con su nombre. Entonces el resto de los cíclopes pensaron que era una broma de Polifemo y no le hicieron más caso. Así Ulises y sus marineros pudieron salir de la cueva y correr hacia la playa para embarcarse hacia una nueva aventura.
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